Cuida la vista en verano
Cuando llega el buen tiempo solemos pasar mucho más tiempo en el exterior, esto unido a unas condiciones ambientales más extremas y a la exposición al agua, hacen del verano una época propicia para cuidar nuestra vista con mayor esmero.
En verano el sol y el calor son los protagonistas omnipresentes, al menos en España. Muchos ya estamos concienciados de que tenemos que cuidar nuestra piel frente a los rayos solares con cremas y prendas protectoras, pero a veces se nos olvida que los ojos son tan delicados o más que nuestra piel, por eso debemos protegerlos del exceso de radiación solar.
Un abuso en la exposición solar puede llegar a producir efectos nocivos en la vista como queratitis (inflamación de la córnea), pterigium y pinguéculas, que son crecimientos anormales benignos de la conjuntiva, o, en los casos más graves, puede llegar a favorecer la aparición de cataratas o, incluso, acelerar la Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE).
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Limitar la exposición directa al sol
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Usar gafas de sol adecuadas
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No abusar de los aires acondicionados
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Utilizar gafas protectoras
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Extremar los cuidados si se tiene algún problema visual previo
En verano el sol está más cerca y el día es más largo, por lo que aumenta significativamente la potencia de las radiaciones ultravioleta (UV). Hay tres tipos de radiación ultravioleta: A (UVA), B (UVB) y C (UVC). En condiciones normales, los rayos UVC y la mayor parte de los UVB son bloqueados por el ozono de la atmósfera. Solo una pequeña fracción de los rayos UVB y los rayos UVA al completo nos alcanzan, pudiendo ser altamente nocivos para nuestra salud y, en concreto, para nuestros ojos. En España los meses más peligrosos son junio y julio y las horas del día, en las que deberíamos protegernos más, entre las 11 de la mañana y las 5 de la tarde.
Es imprescindible que elijas correctamente tus gafas de sol, cuida que estén homologadas y que el cristal, sirva de barrera de los rayos ultravioleta. No te limites únicamente a buscar el sentido estético, cuida que se ajusten a tu rostro, que no sean muy abiertas de los lados y que con ello, dejen entrar el sol. Mira que te caiga bien en la nariz y que te sientas cómoda con ellas. Las gafas de sol no son solo para el verano, en absoluto. Recuerda que debes llevarlas durante todo el año, y cuida también de los más pequeños. Ten en cuenta que los niños más pequeños de 12 años aún no tienen desarrollado su sistema de protección y los rayos solares impactan directamente sobre su retina con mayor intensidad.
El aire frío de los acondicionadores es sumamente seco, por lo que si pasamos mucho tiempo expuestos a ellos acabaremos por notar la sequedad en los ojos, con lo que se nos irritarán y puede que acabemos frotándonos, irritándolos más e iniciando el camino hacia la conjuntivitis. Por eso, es recomendable limitar su uso o, si el calor es muy acuciante, mitigar sus efectos secundarios con humidificadores o aplicándonos lubricantes oftalmológicos.
Las altas temperaturas estivales invitan a refrescarse en las piscinas. Sin embargo, las sustancias químicas que se utilizan para higienizar el agua de estas instalaciones son los causantes de muchas de las conjuntivitis irritativas, víricas o bacterianas, sobre todo en pleno verano cuando la afluencia es masiva y hay que prevenir contaminaciones. Los ojos rojos, el escozor, la sensación de cuerpo extraño, el lagrimeo o la hipersensibilidad a la luz son algunos de los síntomas que alertan de la presencia de estas infecciones oculares. Para evitarlo lo mejor es no compartir las toallas, no usar las toallas húmedas que han pasado un tiempo en el suelo o la hierba y, sobre todo, acostumbramos a usar gafas de nadador, que nos garantizarán el debido aislamiento.
Todas estas circunstancias se pueden potenciar si además sufrimos algún problema visual. Por ejemplo, las personas que tengan que utilizar lentillas deberán cuidar aún más las medidas higiénicas para evitar posibles infecciones y no bañarse en el mar o en la piscina nunca con ellas puestas. De hecho existen gafas graduadas para nadar que pueden ser útiles en estos casos.
Algo similar pasa con las personas que llevan gafas graduadas ya que al verse forzadas a cambiarlas por unas de sol terminan optando por no usar protectores solares, con el consiguiente riesgo.
Texto original -Diario.es-